Sobre Lolita de Vladimir Nabokov:
“Surely the most allusive and linguistically playful novel in English since Ulysses and Finnegans Wake”.- Alfred Appel.
“Uno de los mejores libros del año”.- Graham Greene en el Sunday Times, 1955.
“The filthiest book I had ever read and sheer unrestrained pornography”.- John Gordon en el Sunday Express,1956.
“My best work so far”.- Nabokov, 1956.
Desde su publicación en 1955 Lolita ha generado muchas y muy diversas reacciones. Es un libro que no pasa desapercibido dentro de la historia de la literatura. Sin duda, una pieza artística clave del siglo XX, cuya controversia se basa en la historia que nos cuenta: nada más y nada menos que la “historia de amor” entre un hombre adulto, Humbert Humbert, que ronda los cuarenta, y una niña entrando en la adolescencia, Dolores Haze (Lolita), de apenas unos doce años.
Una historia puede contarse de múltiples formas y dependiendo de cómo se cuente puede causar más o menos, mejor o peor, mucha o poca, impresión en quien la lee, escucha u observa. He aquí, pues, lo que me fascinó de Lolita: el talento de Nabokov en contarnos esta historia. ¡Ay Lolita! ¡Ay, Na-bo-kov!
En sintonía con las diferentes valoraciones críticas recogidas más arriba, esta obra resulta admirable por la capacidad que tiene de hacer reaccionar a su lector de manera muy diversa. En un instante se puede experimentar desde el shock a la fascinación y del deleite a la indignación. Por momentos uno se olvida de que lo que lee es una novela trágica de carácter sexual enfermizo. Y cuando uno cae en la cuenta de ello, siente repulsión por lo que en realidad lee.
Considerada como una obra obscena, y hasta pornográfica, Lolita no sólo transgrede los límites de la realidad moral humana, sino también, desde mi punto de vista, la de la propia literatura y su narrativa. Según Lionel Trilling, crítico literario contemporáneo a Nabokov, la obsesión del protagonista hacia Lolita re-presenta el tradicional binomio “pasión-amor” característico de la literatura europea de los siglos XVIII y XIX; como las historias de amor entre Ana Karenina y Vronski, de Emma Bovary y Rudolphe o Constance Chatterly y Oliver. Relaciones adúlteras existentes fuera de las convenciones sociales, por las cuales sus protagonistas fueron tachados de enfermos, desviados…locos, dignos de rechazo. Tirlling, por tanto, se cuestiona la vigencia de este tipo de romances a mediados del siglo XX, cuando el adulterio ya no sorprende.
Este crítico sostiene que Nabokov aprovechó muy bien el interés general que la sociedad americana comenzaba a sentir por el sexo y el clima de terror provocado por unos casos de pederastia ocurridos entre los años 40 y 50, para re-elaborar la tragedia romántica europea en territorio norteamericano. Su resultado, el escándalo. Al fin y al cabo el libro trata de una obsesión psicológica del protagonista que le lleva a vivir con una niña una relación inmoral, cuya realidad se escapa de la convencional, para ser vivida en absoluto secreto y de manera muy arriesgada. Es un “amor” apartado del amor aceptado como tal. Este sentimiento enfermizo que H. Humbert siente por Lolita le hace, a ojos de la sociedad “normal”, un marginado.
Más allá de ésto, Nabokov siempre confió en la “inteligencia” de los lectores, quienes podían extraer del libro una reflexión sobre el estado moral de la sociedad americana de su época. Los lectores más expertos también se darían cuenta de la cantidad de referencias literarias que utiliza el autor; desde un clásico como Catulo, a Dante y Shakespeare, desde Joyce a Proust o Sade, Keats y Byron, pero sobre todo, Edgar Allan Poe. También reaccionarían ante su narración, escrita en primera persona y con tendencias constantes del narrador a dirigirse al lector. El protagonista nos narra lo que pasó para que sepamos porqué nos lo cuenta. Y ésto es lo que a esta lectora le causó sensación.
No sé quién fue el que dijo que la grandeza de la literatura no era la producción de maravillosas versiones originales, sino la multiplicidad de obras generadas por la versiones únicas y personales de los lectores que leen ciertas obras. En fin… que el “Quijote” que escribió Cervantes no es el mismo que yo leí. A continuación mi Lolita.
El evidente carácter obsesivo que desprende el relato de H. Humbert, su entera narración en primera persona y su forma de testimonio escrito con muchas descripciones fantasiosas, me hizo concebir la obra de Humbert, no la de Nabokov, como la obra de un “outsider”.
La fascinación obsesiva por lo infantil suele ser un elemento frecuente en la obra de creadores de arte outsider. En este caso, las visiones de los “paraísos de nínfulas” que tanto recreaba Humbert en sus fantasías me recordaban a la obra de un outsider en particular: Henry Darger, que tras su muerte se descubrió que guardaba cientos de enormes acuarelas, donde representaba jardines repletos de niñas con genitales masculinos, unas heroínas llamadas las “Seven Vivian Girls”. Estas láminas acompañaban una obra literaria de unas 15.000 titulada “In the Realms of the Unreal” y además de esto, se encontraron 2000 páginas autobiográficas en las que el propio Henry Darger afirmaba ser protector de la inocencia infantil.

Por otro lado también me gustaría traer a escena a Morton Barlett, el cual realizó unas muñecas de realismo estremecedor, con gran cantidad de accesorios y vestidos, las cuales preparaba y transformaba de acuerdo a sus fantasías, para luego fotografiarlas en actitudes y poses de la vida cotidiana de hogar. Nadie supo de estas muñecas hasta que se encontraron en su apartamento tras su muerte, a los 83 años.
Del mismo modo que estos artistas, Humbert Humbert actuó siempre en secreto y controlando no ser descubierto. Era consciente, a diferencia de un outsider de verdad, de la anormalidad de sus sentimientos, pero éstos eran por algún motivo inevitables. Eran reales, como las fantasías que tenían lugar en su mente aunque no ocurrieran fuera de ella. Su «amor» por Lolita, una realidad paralela, revivida mientras escribía sobre ésta desde la prisión.
A saber cuál sería el verdadero motivo que le indujo a ello (me refiero al motivo de Humbert Humbert, no el motivo que Nabokov quisiera darle al personaje). ¿Tal vez también un impuslo obsesivo? En definitiva, su secreto no es descubierto hasta que sus palabras no ven la luz pública, tal y como les sucede a las obras de muchos artistas outsiders.
– Muñoz Baños, Anna, La expresión de una obsesión: Lolita en el contexto de la narrativa erótica del siglo XX, Facultad de Humanidades, Universidad Pompeu Fabra, 2013.